Origenes del concepto de Responsabilidad Social Corporativa

La Responsabilidad Social Corporativa es un concepto que se va matizando según las expectativas de la sociedad en cada momento y logra ir englobando en su definición un mayor número de acciones que permiten comprender el comportamiento socialmente responsable de las empresas.

Según Marín Calahorro el concepto de la Responsabilidad Social Corporativa se va gestando desde tres consideraciones claves:

- Principio de caridad, que hace que las iniciativas sociales sean vistas no como una acción individual sino como acción corporativa de la empresa en su conjunto.
- Principio de administración responsable, que se une al anterior para establecerse como una idea que las entidades debían asumir a la hora de utilizar sus recursos de interés público.
- Ciudadanía social, que concibe que las empresas como miembros de una comunidad deben comportarse como “buenos ciudadanos corporativos”, ajustados no solo a su función económica, sino también una función social y ambiental.

Esos movimientos iniciales no llegaron a concretar un concepto de Responsabilidad Social Corporativa, hasta que, en la segunda mitad del siglo XX, las empresas comenzaron a reflexionar sobre cómo incrementar su modelo competitivo en relación a otras entidades.

Al menos, los principios de caridad y luego el de administración responsable, lograron que las empresas pensaran seriamente en que para ser competitivas no bastaba solo con generar buenos productos, desarrollar acertadas políticas de precios o aplicar estrategias avanzadas de marketing, se tenía también que asociar sus productos y/o servicios a una buena imagen de marca.

Se trataba de incorporar otros activos que fueran valorados por sus públicos de interés. Unos “activos intangibles” que las empresa entendían que identificaban determinados valores en la cultura corporativa y representaban un incremento positivo en competitividad.

Más adelante, se incorpora a estos esfuerzos la idea de compartir los éxitos del proyecto empresarial con el entorno social. Es decir, los beneficios no iban a ser sólo para las organizaciones o para sus accionistas, una parte del “dividendo” iría a parar a la sociedad, mediante la realización o promoción de actividades de interés social.

Aparece, de esta manera, la dimensión institucional de las empresas, que de ser entes aislados, pasan a integrarse en la sociedad con la conviven. Entonces, ya no se trata sólo de “vender” la calidad de sus productos y de aplicar criterios de marketing a la relación profesional con clientes, proveedores, colaboradores, etc. 

Toda organización debe demostrar que se interesa por la sociedad y pretende ayudar, de forma voluntaria, a solucionar problemas y carencias sociales o realizar otras aportaciones según sean las expectativas de sus grupos de interés. La empresa debe asumir su ciudadanía social (corporate citizenship) en sus implicaciones con el entorno, respetando unos valores y cumpliendo las expectativas de sus grupos de interés, y otros agentes sociales.

“Comienza, así, a definirse el concepto contemporáneo de Responsabilidad Social Corporativa, cuya implantación no fue valorada por igual por todos los teóricos de la gestión empresarial. De tal manera que la aparición de este concepto generó un amplio debate, en los años sesenta del siglo pasado, entre los defensores de las dos grandes tendencias en el marco de la teoría general sobre el gobierno corporativo: la primera determinaba que los administradores tenían como objetivo exclusivo obtener el máximo beneficio para los accionistas y la segunda afirmaba que el beneficio no debía limitarse sólo a los accionistas, sino ampliarse a otros grupos de interés (stakeholders),entre los que incluían a empleados, clientes, proveedores y la comunidad en que la empresa actuaba”(M. Calahorro, Madrid, 2008).

Los que representaban la primera tendencia, encabezados por M. Friedman, consideraban sólo como responsabilidad social la utilización de los recursos (personales y materiales) orientados hacia el incremento de beneficios, respetando las leyes y las costumbres mercantiles. Contemplaban, también, un solo grupo de interés principal para la empresa, constituido por los accionistas (stockholders) y el objetivo de los gestores debía concentrarse en incrementar los resultados económicos de éstos.

Además, entendían que la empresa no debía concentrarse en incrementar los resultados económicos de éstos. Los seguidores de esta tendencia entendían que la empresa no debía intervenir en el terreno social, ya que esto correspondía al Estado y a otras instituciones y organizaciones sociales (iglesias, sindicatos, etc.).

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