Cuando la feria se va a dormir…

Decidí ir a visitarla. Me tomé mi tiempo para llegar, prefería quedarme hasta que ella cerrara los ojos.

Son las 8:30 de la noche y el tren ya no circula, el metro se va llevando a unos cuantos visitantes y los cobradores en los autobuses de afuera vocean que no quedan más "guaguas".

En la XI Feria Internacional del Libro, Santo Domingo 2008, la hora de descansar parece no llegar. La gente circula y circula por las calles mirando, conversando y comprando en ocasiones.

Creo que Carlos es el último que ha pagado por un libro, aunque no estoy segura, quizás al otro extremo de la Plaza de la Cultura, alguien más decide llevarse uno de esos “amigos” a casa. Las carpas que exhiben y venden los libros se van cerrando poco a poco, son las nueve y cuarto; sin embargo ciertas casetas que vende mata tiempo, stickers y otras publicaciones de entretenimiento tratan de aprovechar hasta el último cliente.

Los pabellones no quieren irse a dormir, las actividades van mermando. La noche aún es joven, en el pabellón de la juventud, tratan de "sacarle el jugo" al crepúsculo. La música que sale de él llena una de las calles principales de la feria.

La gente no deja de comprar comida, pero la máquina de algodones ya a estas horas, 9:40 de la noche, sólo volverá a encender mañana cuando el sol anuncie un nuevo día.

Por las venas de la feria, en un instante deja de circular la sangre y experimenta un paro de unos minutos donde sólo escucha el eco del himno nacional en sus oídos. La solemnidad y reverencia a esas notas hace que todos se detengan. Su sangre deja de correr pero su corazón no deja de latir. Son las 10:00, la hora oficial de cerrar y en algunos altavoces nos lo recuerdan.

Pasan los breves minutos y a punto de dejarse vencer por el cansancio continúa despidiendo a sus invitados con una sonrisa, satisfecha de que se "dejaran seducir por la lectura".

Es necesaria hasta la fuerza militar y los vehículos con altoparlantes de la policía para pedirles a los visitantes que ¡ya!, que se vayan, que la feria necesita descansar.

Termina de escribir las últimas palabras de la página del día, en la que ha plasmado, de una manera u otra, la presencia de cada visita, el correteo de cada pequeño estudiante, la voz ofertando de cada vendedor, la huella que deja cada pisada en sus calles, en su corazón. Ha escrito todo lo que es parte de su alma.

Esta noche ya esta agotada. El cansancio la tumba sobre la cama. El día ha sido intenso.

No sabe ni como llegó a ese momento, no se dio cuenta cuando se puso el pijama, cuando sacudió la cama para acostarse. Yo si la vi. Pensé que nunca cerraría los ojos.

No logró dormirse totalmente, aún cuando todos se habían ido, algunos se quedaron para velar su sueño. No creo que así se pueda descansar del todo.

La Feria no duerme, quizás descansa. Vive intensamente durante 14 días. Se gesta año tras año. Cada año nace una feria diferente, con sus características particulares, con sus dedicatorias a un país, o a varios países, a un escritor o escritora. Por eso no le importa no dormir.

Nunca cerró los ojos, sabe que ya habrá tiempo para descansar, cuando muera mañana domingo y deje ser la XI Feria Internacional del Libro 2008. Eran las once.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Propósitos del 2012

Comunicación Propósitiva: mi comunicación

Apuntes para un Plan Estratégico de Comunicaciones