REPORTAJE: En el año del libro, una lectura a las bibliotecas

Paloma Ruiz Ceballos/ Gabriela Read

Escasas, incompletas, ignoradas y abandonadas, la mayoría de las bibliotecas públicas del país necesita de urgentes atenciones y de difusión de las bondades de las que sí funcionan.
Sentado en una vieja butaca en el área de lectura individual de la biblioteca República Dominicana, Francisco Pérez, de 25 años, interrumpe su lectura de antiguos periódicos El Nacional para contar cómo llegó hasta allí.
Para atenuar la espera de un documento que había solicitado una hora antes en la Oficialía Civil próxima al centro, decidió caminar un poco hasta la biblioteca.
La práctica no le es ajena. Hasta hace cinco años acostumbraba a visitar la biblioteca Froilán Tavárez, cercana a su casa en el sector María Auxiliadora, y pese a que el lugar le parecía incómodo y lleno de precariedades, siguió acudiendo allí hasta que dejó de ofrecer servicios bibliotecarios. Hoy, la biblioteca Froilán Tavárez tiene las puertas entreabiertas.
Dentro, unos cuantos empleados agotan turnos alrededor de una mesita donde nunca faltan periódicos. Los pocos libros que allí quedan se deterioran dentro de cajas de cartón llenas de polvo y humedad. A un puente de distancia de Francisco, en la biblioteca pública de Villa Duarte, Caridad Soto estudia bajo otras condiciones.
La institución, asumida por la Cooperación Española en el año 1999 y actualmente bajo los auspicios del Despacho de la Primera Dama y la Secretaría de Cultura, ofrece a sus usuarios cómodas y coloridas sillas, un ambiente climatizado y hasta un catálogo en línea. Pero entre uno y otro extremo, las ofertas en materia de bibliotecas son escasas.

Mientras la Biblioteca Nacional se encuentra en proceso de construcción, del conjunto de bibliotecas municipales a cargo del Ayuntamiento de Distrito Nacional sólo la del Palacio Consistorial ofrece servicios al público, puesto que otras tres diseminadas en barrios de la Capital fueron clausuradas por considerarse inoperantes.
A ocho meses de haber declarado el 2007 como “Año del libro y la lectura”, la situación de las bibliotecas públicas parece difusa. Incluso la misma Secretaría de Cultura supedita las acciones necesarias a la realización de un segundo censo nacional similar al realizado en el año 2000 por la Biblioteca Nacional y la Oficina Nacional de Estadísticas.
Cultura sí cuenta con otros datos preocupantes. Una encuesta sobre los hábitos de lectura arrojó como resultado que el 68 por ciento de los encuestados no visita nunca la biblioteca, un 16 por ciento lo hace sólo de vez en cuando, un 9 por ciento con frecuencia y el 6 por ciento lo hace raras veces.
Los usuarios no tienen muchas opciones. Tentativamente se puede contar con cuatro bibliotecas de servicio público - las bibliotecas República Dominicana, “Juan Sánchez Lamouth en Villa Duarte, la del Palacio Consistorial y la “Pedro Mir”, en la UASD”-, para una población en el Distrito y la provincia Santo Domingo cercana a los tres millones de habitantes.

En cuanto a las bibliotecas escolares, que sólo ofrecen servicios a estudiantes de nivel básico y medio, la capital cuenta con apenas 36 instalaciones. Éstas, al igual que las escuelas, permanecen cerradas durante el período de vacaciones.
Desde el Estado han llovido las iniciativas para lograr que la República Dominicana se convierta “un país de lectores”, siendo las bibliotecas, como centro cultural que brinda conocimiento a sus usuarios, el eje central en torno al cual girarían todas las propuestas recogidas en el llamado “Plan Quinquenal de Lectura”.

Un balance de este programa desde su puesta en marcha hecho por Diómedes Núñez Polanco, director de la Biblioteca Nacional, arrojó tan sólo un manojo de planes a futuro que aún no se materializan: la reapertura de la Biblioteca Nacional, la realización del segundo censo de bibliotecas públicas, la preparación de talleres para bibliotecarios e iniciativas como la ley general de bibliotecas que aún permanece en discusión entre su dependencia y la Secretaría de Cultura.

Expertos en bibliotecología como Dulce María Núñez, directora del Sistema de Bibliotecas de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, y Ricardo Vergez, ex presidente de la Asocición de Bibliotecarios, concuerdan en que la falta de legislación en materia de bibliotecas o de un órgano oficial que las regule (contemplado en el párrafo 41 de la Ley de Cultura), dificulta en gran medida la posibilidad de que el proyecto de dar vida a estos centros pueda tener continuidad en los próximos años.
Ajenos a normativas o políticas de Estado, estudiantes y amantes de la lectura se acercan a las bibliotecas con la esperanza de que más que almacenes de libros, éstas operen como verdaderos centros culturales.

Listín Diario, Lecturas de Domingo. Domingo 5 de Agosto 2007

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