Familias sobreviven en barrios carcomidos por la precariedad

Un polvo amarillento que se levanta al soplar la brisa obstruye la vista de unas calles sin asfalto y un conjunto de humildes casas. Es el paisaje que recibe a todos cuantos llegan al Barrio Chavón de Los Alcarrizos, ubicado en las afueras del municipio, después de la Zona Franca.
Casas diseminadas en un desorden organizado, fabricadas con diferentes tipos de materiales, zinc, madera y blocks se levantan imponentes para albergar los sueños y vicisitudes de familias de escasos recursos.
En el sector se ubican “ventorrillos”, que en una u otra casa ofertan aguacates, guineos, dulces y hasta helados en fundita. Todo lo que se pueda hacer “para poder conseguir unos chelitos”, según comentan sus propietarios.
Con “un lavao o un planchao”, si aparece, doña Rosa Madera lleva el sustento diario de las cuatro nietas con las que vive en una pequeña casa de madera y zinc, de apenas dos cuartos y un baño. En la mañana preparó unos víveres con huevo para que todos en casa se alimentaran. Explica que siempre trata de darle “un desayuno pesao a las niñas”, por si no aparece nada más tarde.
Para Rosa, que ronda los 50 años, la economía en estos días no la trata muy bien, ya a su edad el único empleo que puede conseguir es haciendo labores domésticas en alguna casa, donde Chiripeo renueva cada día la esperanza de esta gente le ofrezcan unos “chelitos”.
Hace cuatro años su esposo murió y desde entonces ha tenido que dedicarse a buscar “donde sea” el sustento de la familia, sin contar con unos ingresos fijos, pero consciente de que los gastos son siempre los mismos: Alimentación, Pago de Servicios, Educación y Salud.

Listín Diario, La República. Domingo 15 de Julio 2007

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